El 29 de Octubre fallecía en Níjar (Almería) un agricultor asesinado, al parecer, por un magrebí.
El asesinato de un vecino, por norma general, suscitará una gran repulsa en el pueblo y un gran odio hacia el asesino por parte de todo el pueblo. Pero esto cambia cuando la nacionalidad y la raza del posible asesino entra en juego: El pueblo no odiará al individuo, odiará a todo la raza. Si el asesinado era despreciado en el pueblo y el ''asesino'' actuó en defensa propia, el pueblo lo entenderá; pero, si la raza influye, todo cambia. Si el delito hubiese sido un robo por necesidad los vecinos llegarán a comprenderlo; si la raza influye, no habrá perdón.
Y de este razonamiento primitivo, nefasto y simplón hay seres primitivos, nefastos y simplones que sacan provecho. Seres que llevan esos ignorantes planteamientos a un nivel superior, que los idealizan y hacen política de ellos. La política despreciable de por sí, con unas ideas despreciables aparte, se hace llamar (entre otros muchos nombres) Democracia Nacional.
Los militantes de este partido neofascista aprovechaban la oportunidad que les brindaba el dolor del pueblo de Níjar por la perdida del vecino para hacer propaganda y alimentar estas ideas primitivas. Sacando a pasear pancartas con lemas como ''comportate o lárgate'' plantaban la semilla fascista, aumentando la xenofobia y el racismo de un pueblo dolido.
Cuando estos seres simplifican la condición humana o, es más, el lugar en el espacio que deberían de ocupar dichos humanos, por una aleatoria cuestión de lugar de nacimiento, se le viene a uno a la cabeza el terrible calvario que deben sufrir sus neuronas. O las sublimes muestras de buen compartamiento (el que exigen a los emigrantes) de alguno de sus miembros. Podríamos mencionar a un tal Josué y su exquisito trato al joven Carlos Palomino en el metro madrileño. Y también podría ser muestra de saber estar las letras del grupo División 250, del que era cantante el presidente de DN, Manuel Canduela.
Me detesta el concepto de frontera. Una idea, fuera de lo natural, meramente economica. Aliñada con demagogia, para hacer participes a los que habitan dentro y detestar a los de fuera, se consigue respaldo político de esa farsa. Las banderas son, como ya dicen por ahí, trapos de colores.
Trapos peligrosos que pueden usarse para odiar sin motivo verdadero. Peligros que se aumentan por actos desgraciados como estos o por gestas deportivas. Así funciona el patriotismo, ese tonto pero eficaz invento. Y así funcionan esos tontos que lo practican
Muerte al fascismo. Muerte al patriotismo. Muerte al capitalismo
Tunk
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Hace 9 años